EL AUTENTICO ATLETA, el atleta que se prepara en todo lo que
hace para superar sus marcas, superarse
a sí mismo; el atleta legal, que rechaza
atajos ilícitos; los atletas que
respetan a sus rivales haciendo de la competición una oportunidad de mostrar la
nobleza y la capacidad del espíritu humano para superar barreas
infranqueables; los atletas que conspiran para demostrar que nuestro
mundo puede ser mejor sumando esfuerzos y que no hay límites imposibles para
los hombres que luchan noblemente por ser cada día un poco mejor. El atleta
verdadero sabe que solamente sumando pequeños esfuerzos cada día, se avanza
hacia las metas que parecían imposibles ayer,
hoy ya se ven probables, mañana estarán superas y sustituidas por otras
más ambiciosas, mientras avanza cargado de la ilusión que genera la nobleza de
esfuerzo. El atleta que homenajea cada día al resto de los hombres demostrando
nuestra enorme capacidad de trabajo, que
apenas usamos un pequeña parte para afrontar las tareas cotidianas y cuánto más podríamos conseguir
si de verdad lo intentásemos…El atleta que demuestra con su esfuerzo diario que este mundo puede ser mejor, que la
humanidad puede superar muchas marcas y muchos prejuicios si realmente nos lo
proponemos.
LECCIÓN DE HUMILDAD
Ningún atleta alcanzaría el éxito si no comprendiese que sus
facultades son semejantes a las de cualquier otro hombre y que no dispone de
capacidades extraordinarias que puedan darle ventajas físicas sobre los demás
para afrontar las dificultades propias que se encontrara cada día en el camino
que se ha propuesto recorrer. Muy al contrario aquellos que llegan más lejos
son los que más se esfuerzan, los que se acuestan más cansados por entrenarse
hasta los límites de sus posibilidades y se levantan más ilusionados dispuestos
a empezar cuanto antes el siguiente entrenamiento.
Ningún atleta de éxito piensa que necesita trabajar menos
que otros porque la naturaleza le dotase de condiciones especiales. El discurso
genetista solamente lo utilizan los demás: Algunos técnicos para elaborar
teorías más o menos interesantes y los que fracasan para justificar su
pereza. Pero los que de verdad se
esfuerzan siempre alcanzan un equilibrio
de felicidad razonable que acompaña al
trabajo cotidiano.
La
Humildad se alía con la voluntad y la ilusión desde que empieza cada día para
ponerse las zapatillas mientras imaginamos el trabajo que nos espera y un único
pensamiento ocupa la mente del atleta: “Voy a entrenar lo mejor que pueda”. Tal
vez esté lloviendo cuando inicia su carrera, pero eso no importa, la lluvia o
el sol sólo son compañeros del entrenamiento que nos visitan con frecuencia
pero que no van alterar nuestro programa, a lo sumo nos mojaremos un poco, o pasaremos mayor sofoco, pero todo es
muy poco frente a nuestra enorme voluntad.
Todos los atletas, con independencia del nivel alcanzado,
reconocen que es incompatible el éxito y la soberbia, y que en el ranking de
los primeros siempre son los más humildes, porque estos son sin duda los más
constantes y los que acaban esforzándose más a lo largo de los años que,
inexcusablemente, van a necesitar para desarrollar un alto grado de maestría
atlética; Y si el atleta no empieza
vistiéndose con ese traje de humildad para
reconocer que sin esforzarse
específicamente nunca superaría
determinados objetivos ni se
dejaría aconsejar por técnicos
capacitados que pueden ayudarle en su es
fuerzo. La humildad es indispensable
para reconocer las limitaciones propias y partir de ellas para irlas superando
con el esfuerzo. Pero el orden siempre es: Primero humildad y después trabajar
con mucha ilusión sin dejar de soñar que conseguiremos esas metas RAZONABLEMENTE elegidas.
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